Es posible que te acostumbraras a los cantos de palomas en el tejadillo que cubría la balconada de tu casa.
Ahora rememoras esos aleteos y te ves mirando al norte, a las montañas nevadas, en una primavera naciente.
Soñaste desde esa abertura al mundo.
Cuanto darías por recuperar los sueños que hilaste en noches estivales, al atisbo de la luna.
Pensaste en el amor promesa de un muchacho que te cortejaba.
Con él hubieras tenido lo que no elegiste para tu vida.
Las vueltas que da la vida.
Si hubiera seguido la estela marcada en aquella temprana relación, hoy serías abuela.
Así eres como una niña que todavía se sueña.
Observaste la danza a que se entregaban los palomos para captar la atención de la grácil hembra.
Una vez hablaste de esa danza ante un público de mujeres, que ahora serías incapaz de enfrentar.
La inocencia y la falta de experiencia quedaron atrás.