Un primer trazo narrado
¿Es posible que las almas reconozcan su hallazgo?
BASE ARGUMENTAL
Un niño, de unos once años, viaja solo en el metro y fantasea con una madre ficticia, fijando su atención en una de las mujeres con las que coincide en el andén.
Entra al vagón sentándose a su lado y recrea en su mente una conversación.
Eso en cada uno de los trayectos diarios.
Durante el día vive con el refuerzo de esa elucubración mental.
Cuando regresa a casa entabla diálogos propios de los que otros niños tendrían con sus propias madres.
Él tiene una madre que oculta.
Ella está en un centro de rehabilitación.
Él niega que así sea.
Si alguien le preguntara, lo negaría.
Preferiría decir que está muerta.
El dolor que tiene dentro es inmenso.
Su padre ajeno a todo esto, atiende, en lo que puede, sus necesidades.
Le pregunta sobre cómo le ha ido en la escuela y si tiene amistades.
Él elude dar respuestas reales.
Esquivo se oculta tras un libro de estudio, diciendo que ha de hacer sus deberes.
No admite la oferta de su progenitor, que quiere ayudarle.
Dice que todo lo sabe, que sólo quiere presentarlo ordenado y limpio.
Repite los ejercicios con pulcritud.
De su clase es el mejor.
Es serio. Parece un hombrecito.
Su padre tuerce el gesto y le deja hacer.
Va y viene con la presencia reconstruida (de esa mujer que la casualidad ha puesto a su lado en un andén).
Hoy tiene un hermanito trasto que le emborrona los deberes pasados a limpio, mañana es el abuelo que se adormece contemplado el rastreo de sus lápices y bolígrafos.
El abuelo se ha disculpado por ser él quien le ha recogido y traído a casa.
Nestor no se lo tiene en cuenta.
Su madre ilumina su cara con esa sonrisa que le regala.
Ha ido a verla y le ha abrazado recogiéndose en sus brazos.
La acuna como si tuviera ante sí a una niña.
Ella llora queda y siente el cálido cuerpecito de su angelito.
Por él saldrá de pozo profundo en que se encuentra enlodada.
Él enarbola su cuaderno de fin de curso y un sobre con sus magnificas calificaciones.
Pronto volveremos a casa, le quiere decir, pero no articula palabra.
Se ha acostumbrado a los sonidos silenciosos de su alma.
Era la primera vez que volvía a encontrarse ante el mismo gesto.
Lo reconocía.
Había repetido sus bucles durante las pasadas horas, reconstruyendo los perfiles de aquel rostro y de aquellas manos que acariciaban las suyas, mientras le hablaba con dulzura.
Ella era suya.
Eso no había ocurrido antes.
Volver a construir la fantasía sobre el mismo soporte real le produjo ansiedad.
Ahora era real.
Tenía que serlo.
No podía dejarla escapar.
Sigue a su lado.
Va tras ella.
A distancia.
Hoy no hay clases.
Su casa está vacía.
Ella tiende su mano y le ofrece un abrazo.
¿Es posible que las almas reconozcan su hallazgo?
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Ana María, gracias a la maravilla de este mundo virtual he llegado a tu poesía, a este poema sugerente y conmovedor, muy bien construido y sin dudas sentido. No tengo mucho tiempo para navegar en la red, pero descubrimientos como este me dicen que vale la pena. Te seguiré ¡Felicidades!
ResponderEliminarPrecioso poemañ relato, fresco y educativo,la fantasía nos ayuda a vencer las carencias de la vida una y otra vez,... gracias por tu visita, en ti he reconocido un hallazgo...
ResponderEliminarMuy buen relato, me gustó bastante la verdad. Buen blog
ResponderEliminar¡Gracias!
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