Depresión
A lo largo de mi vida he sufrido de esa lacra.
Un estado del que me alejo cuando lo veo venir.
Mi cuerpo se ha defendido como ha podido.
En tiempos de mis hemorragias menstruales, incontrolables, la visita a un ginecólogo desató mis lágrimas. El siguiente paso fue buscarme psiquiatra. Allí supe de las adormideras del alma.
Lo dejé cuando advertí que me desnaturalizaba. Me riñeron. Así te trataban.
Si pasé por una histerectomía en julio del 92, eso fue antes.
Aquel médico me tuvo en la sala de espera buen rato. Cuando me atendió señaló mi actitud. Dijo que todas buscamos que nos quiten el útero. Me sentí menospreciada. Cuando me vi en la calle lloré sin control.
Ahora puedo señalar el desatino de ese hombre.
Mi pantalla ante el mundo es manifestar calma. Si puedo. Cuando no me es posible, mis reacciones son explosivas. Lo saco por la voz.
Mi abuela decía, de las aguas calmas me libre dios, que de las bravas me libro yo.
Mis reacciones se van reprimiendo ante un muro de contención, hasta que éste no puede y salta por los aires.
El siguiente episodio tratado con medicación, se dio en el periodo del último año de mi madre.
Esa medicación me ayudaba. No me robaba el alma.
Después de aquella, la resistencia.
Manejo. No tomo nada. Hago frente a mis descensos.
Duermo poco. Migrañas. Doy vueltas a los acontecimientos. Me cargo.
Sigo desgastando y evitando manifestarlo.
Intento cuidarme.
Escribo.
He llegado al punto de liberar en mis letras.
He aprendido.
8:35 del lunes 30 de diciembre.
Mañana y pasado seguiré el proceso social.
Las uvas. Cena y comida familiares.
Hago concesiones.
No hay otra. Es imposible quedarse fuera.
La gente hace ruido.
Es peor no unirse a la fiesta.
Ya clarea.
La ansiedad es una de las muchas caras de mi estado emocional.