Miras detenidamente y te entretienes en esos pasos contenidos, los que no diste.
Si hubieras abierto esa puerta seguramente tendrías que darte la vuelta.
No lo hiciste. Contuviste el impulso antes de siquiera tenerlo en cuenta.
Ahora que miras desde la distancia que te da el no haberlo transitado no te dueles, pero un sabor áspero se interpone.
No tiene especial importancia, te dices sin creer lo que de dentro mana.
Has ahogado las ganas y debes emprender el camino con la carga de lo no vivido.
Las ahogaste porque te equivocaste.
Las obviaste porque nada lo facilitaba.
Las dejaste de lado porque no tenías otra posibilidad y tuviste que arredrar.
Ahora miras quejumbrosa y liberada.
Hubiera sido frustrado en cualquiera de sus pasos.
Es posible que aún sabiendo de la que te libras seas incapaz de claudicar.
Aceptaste a regañadientes.
Seguirás mirando de frente.
¿A qué frente?
La imagen que se interpone no es ésta.
Ves un oscuro espacio en el que nadie más estará.
No quieres evadirte. Dejas tu estancia vacía para ocupar el hueco que en la nada te cobija.
Tienes que pensar.
¿Sacarás algo en claro?
Nada.
Olvidarás las razones por las que te has internado en ese hueco del alma en que nadie más podría estar.
Será necesario para sanar heridas que ni siquiera sangran.
Estarás un tiempo cobijada en el olvido de ti misma.
Volverás.
Te dirán quien eres.
No te reconocerás.
06/06/2008
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