Cierras las puertas al mundo porque éste te hace sentir frágil.
Abres los ojos al alma pensando que en ella descansas.
Pausas tus tempos y escuchas dentro.
Encuentras atisbos que te engarzan.
Piensas que lograste enredarte en ella.
Sin embargo, descubres que quedas ante el abismo de lo intangible.
Respondes como puedes y tiras para delante.
¿Hiciste lo que pudiste?
No hay remiendos para lo que no te asiste.
El recorrido persiste.
Viviste en tu momento.
Ahora es otro tiempo.
Hubieras deseado la calma de lo que no cambia.
Si así fuera, sabes que no sería tal y que tú misma, por lo que de inquieta eres, saldrías en busca de algo más.
¿Nada sacia tu voluntad?
Lo que hoy parece saciarte, mañana no va.
Aprendiste que los sueños pueden mortificar.
Te alejaste de ellos pensando que podrías tomar sus riendas.
Caíste en caminos enmarañados y voluntades ajenas.
Te evades.
No es ese tu lugar.
No hay lugar.
El tiempo te enseña que a pesar de tu aparente reposo, bulle tu alma.
Falsa calma.
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