¿Cómo pudieron dañarte?
¿Cómo pudieron diezmarte, sajarte y fracturarte?
¿Qué osadía les hizo tirar el dardo sobre tu pecho dañado?
Alimañas somos, que atacamos a quien dolido sangra.
Como esas gallinas de corral que picotean a la que herida no se puede escapar.
Saciamos el instinto hincando el diente cual vampiros.
Unas veces víctimas y otras esbirros.
Así somos.
Así nacimos.
De adrenalina se carga el instinto.
Rondando sobre esas letras.
La mañana fue oscura.
La pendiente no era insuperable, pero tiraba conteniendo el paso cansado.
El día sería largo.
Recogiendo con presteza unas palabras para que no se oculten en la memoria esquiva.
Horas muertas.
Palabras destiladas en el hueco oscuro del tiempo.
Deseos manifiestos.
Consentimientos.
Con sentimientos.
Cubre el día con su luz, todo lance y acritud.
Errantes.
Esas letras plasmadas en un papel doblado en el bolso.
Ahora ha ido por ellas para dejarlas engarzadas con las ideas prensadas.
Harto difícil destilar aquello que se quiere encajar.
Es algo así como vivir en dos mundos.
Uno de ellos vacío, el otro reconstruido.
Quiere tirar de ella.
No consigue otra cosa que enmascarar ideas que no consigue trenzar.
Hilos.
Hilvanes.
Nudos de desmemoria.
Le será posible saciar.
No será.
Si así fuese, quedaría en la noedad.
Es mejor seguir en la búsqueda.
Eso da posibilidad.
Hubo un tiempo en que las luces del cielo ocultaban las sombras bajo un sombrero.
Palabras mágicas.
Conjuros.
Versos que cantan al unísono desde el origen.
Retorno al vientre oscuro de la primera madre.
Luz.
Reflejo en la noche oscura.
Luna negra aposentada.
Recreando ese baile de brujas.
Encadenando palabras.
20 oct 2009
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