24 jul 2007

En aquellos tiempos...

Siempre es el inocente quien rompe el equilibrio sin saberlo. Así ocurrió. Whymk se asustó ante la presencia de la furia y quiso proteger a Kary. Para él las dos figuras de las muchachas eran visibles y por ello se fue sobre el hombro de su ama.

La furia sintió el temor y el aleteo. Eso hizo que creciera su poder. Como advirtiera Kary, ella se crecía con el temor de quienes la rodeaban. Husmeó en el aire buscando el rastro de ese aroma a rosas que llevaba hasta la muchacha. Concitó las fuerzas espectrales que a su llamada llegaron a poblar todo ese espacio.

-A mí, fuerzas de la oscuridad.

-Venid en pos del mal.

-Cercenad y negad.

Eran sus palabras que apenas audibles se insertaban en las entrañas de Nora.

Kary permanecía unida a su hermana. Sabía que en esa unión estaba su fuerza. Debía guardarse de la disolución que supondría la separación. Su hermana no podría hacer frente a las fuerzas espectrales que disolverían su alma.

Tuvieron que enfrentarse a alucinaciones que la furia gestó para que ellas salieran a la superficie. Whymk, asustado, salió volando sin rumbo. Nora sintió en sus carnes todas las fuerzas encontradas, pero Kary la abrazó con fuerza inaudita impidiendo que siguiera el impulso más primitivo que albergaba su alma, saltar contra la furia. Eso las hubiera hecho vulnerables.

Siseaba atrayendo el rencor de Nora. Sabía que se estaba dando la lucha entre las dos hermanas. Casi alcanzaba su objeto. Sus dedos se alargaban y aproximaban casi tocando el pecho de Nora. Sentía un magnetismo que le llevaba a aproximarse a la muchacha. Kary a duras penas conseguía contener el aura de su hermana bajo la suya.

La noche trascurrió en esa lucha de las dos hermanas bajo la amenazante figura sibilina de la furibunda figura que alcanzaba tamaños que cambiaban de más a menos y de menos a más siguiendo el curso de fuerzas que se concitaban en la lucha de las dos hermanas, una por salir y la otra por contener ese impulso.

-No podré conseguir atajar su impulso.

Pensaba Kary en lo más profundo de su ser.

-No debo pensar en nada que libere mi miedo.

-No debo dar paso a la duda.

-Podré aguantar hasta el amanecer.

-Queda poco y aunque los instantes se hacen eternos podré.

Se reafirmaba y contenía todo aquello que pudiera debilitarla.

La noche dio paso al día y pudieron desligarse y descansar, pero Nora quedó maltrecha.

Con la presencia de la luz sobre el círculo astral de las dos muchachas la furia salió como si aquello la pudiera ahogar. Huyó despavorida al sentir la quemazón sobre su sombra. Se alejo bajo las sombras del bosque.

Kary se hizo visible, tenía el cuerpo de su hermana en sus brazos. Apenas podía consigo misma. Nora estaba en tan malas condiciones que se hacía imposible plantear cualquier movimiento. Kary dejó a su hermana tendida en el suelo y empezó a preparar una cataplasma con distintos elementos que sacó de un pañuelo anudado que sujetaba en su cintura. Masticó algunos frutos y algunas hierbas y colocó sobre la frente de su hermana esa sustancia, para ello hizo uso de algunas ciruelas amarillas de las que habían recogido en el bosque. Dejó reposar el cuerpo inerte de Nora y marchó por los alrededores recogiendo hierbas, piedrecillas, flores, piñas y otras cosas que ella misma iba incorporando a ese pañuelo que llevaba anudado en la cintura.

Al atardecer Nora despertó de ese estado estático en que se encontraba.

-Kary, ¿qué ha sucedido?

-¿No habíamos salido del bosque?

Su mente había borrado todo rastro de recuerdo de la lucha mantenida con la furia durante la noche. Ese mecanismo de olvido era lo que impediría que perdiera la cordura pues su mente no hubiera asimilado tanto mal.

-Nora, ¿cómo te encuentras?

Intentó incorporarse y cayó sobre la hierba.

-No puedo levantarme.

Kary asintió.

-Tendremos que pasar la noche en el bosque.

La cara de Nora reflejó un gesto de espanto que ni ella misma hubiera podido reconocer.

-Buscaremos un lugar más seguro.

Afirmo Kary.

-Nos situaremos cerca del agua.

-He encontrado una pequeña cueva próxima al río.

Las dos muchachas se desplazaron a ese lugar.

Kary cargó con su hermana que apoyada en su hombro izquierdo se ayudaba con una rama bajo el brazo izquierdo, que ella le había preparado.

Aunque el lugar escogido no estaba muy alejado tardaron en llegar por lo precario de la situación.

Kary se orientaba perfectamente. Cuando llegaron a la cueva la luna se reflejaba sobre las oscuras aguas del río.

Whymk volaba dando vueltas a su alrededor. Había regresado a la llamada de su ama.

-Ven precioso.

-Ven.

Así le llamaba.

Su aleteo alerto de su presencia a la furia que captó con toda claridad los olores y vibraciones que dejaban en su paso hacía ese lugar.

La furia llegó a alcanzarlas, pero desde la otra orilla.

Kary había encontrado el lugar perfecto para estar fuera de su alcance.

Ella podía cuidar de Nora y encontrar dentro de su más primigenia memoria las artes que ignoraba le eran concedidas como elegida.

Su hermana no podía frente a la magia y el hechizo. Sus temores casi la habían aniquilado. En ese momento Kary reconoció su fuerza y confió en ella. Nora había quedado a la merced de sus miedos, ella no. Ella podía disolverlos y concitar fuerzas de luz que la conformarían como lo que poco a poco iba descubriendo de si misma.

Era Kary la que tomaba las riendas de la situación. Su hermana había cumplido la misión de traerla hasta su destino. Cuidaría de su hermana y esperaría las lunas necesarias para emprender de nuevo la marcha. Esperaría que Nora se recobrara y buscaría en el reflejo de la luna los mensajes que cada vez se le presentaban con más claridad.


En aquellos tiempos...

Recogieron miedos ancestrales. Las sombras y las luces creaban en sus mentes imágenes fantasmagóricas. Sentían el quejido de las almas que vagaban entre los dos mundos. Almas ausentes faltas de morada eterna se movían entre las sombras en ese momento que el día se aleja y la noche se puebla con todas sus quimeras.

Anduvieron en círculo sin percatarse de que pasaban por dónde estuvieran antes.

-Me temo que no hemos avanzado.

-Este arbusto de bayas negras diminutas estaba aquí antes.

-Hemos vuelto al mismo sitio sin darnos cuenta.

Manifestó Nora.

-La noche no nos va a permitir seguir.

-Será mejor que nos quedemos aquí.

Kary pensó que sería cuestión de adaptarse a las circunstancias.

-Habrá que hacer frente a lo que venga.

Le dijo a su hermana.

-La furia se crece con nuestros miedos.

-Hemos de unir nuestras almas en una para impedir que separadas pueda acceder a una de nosotras.

La fuerza de la muchacha dio paso a una luz violeta que las envolvió. Sus cuerpos dejaron de ser visibles a simple vista. Quedaron en ese estado de patencia que las hacía imperceptibles a ojos físicos.

Bajo una roca tintineaba una débil luz violeta.

-Estaban aquí.

-Esa pequeña sabe más de lo que parece.

-Huelo su presencia.

La furia podía oler la presencia de Kary, pero era incapaz de captar esa luz. El submundo al que pertenecía era el de lo opaco y sin luz. Nada que brillara o estuviera iluminado entraba por sus sentidos. Era ciega a la luz.

Había quedado impregnado en el ambiente un olor a rosas que la furia reconoció como el de la muchacha que ella quería arrastrar al lado oscuro para absorber su energía y aumentar su poder.

Si se hubiera fijado. Si no hubiera distraído sus pensamientos con la obsesión de captar a la muchacha habría notado una presencia alada que posada sobre una rama estaba justo encima de la piedra en la que palpitaba esa luz.

23 jul 2007

En aquellos tiempos...


Recogieron miedos ancestrales. Las sombras y las luces creaban en sus mentes imágenes fantasmagóricas. Sentían el quejido de las almas que vagaban entre los dos mundos. Almas ausentes faltas de morada eterna se movían entre las sombras en ese momento que el día se aleja y la noche se puebla con todas sus quimeras.
Anduvieron en círculo sin percatarse de que pasaban por dónde estuvieran antes.
-Me temo que no hemos avanzado.
-Este arbusto de bayas negras diminutas estaba aquí antes.
-Hemos vuelto al mismo sitio sin darnos cuenta.
Manifestó Nora.
-La noche no nos va a permitir seguir.
-Será mejor que nos quedemos aquí.
Kary pensó que sería cuestión de adaptarse a las circunstancias.
-Habrá que hacer frente a lo que venga.
Le dijo a su hermana.
-La furia se crece con nuestros miedos.
-Hemos de unir nuestras almas en una para impedir que separadas pueda acceder a una de nosotras.
La fuerza de la muchacha dio paso a una luz violeta que las envolvió. Sus cuerpos dejaron de ser visibles a simple vista. Quedaron en ese estado de patencia que las hacía imperceptibles a ojos físicos.
Bajo una roca tintineaba una débil luz violeta.

-Estaban aquí.
-Esa pequeña sabe más de lo que parece.
-Huelo su presencia.
La furia podía oler la presencia de Kary, pero era incapaz de captar esa luz. El submundo al que pertenecía era el de lo opaco y sin luz. Nada que brillara o estuviera iluminado entraba por sus sentidos. Era ciega a la luz.

Había quedado impregnado en el ambiente un olor a rosas que la furia reconoció como el de la muchacha que ella quería arrastrar al lado oscuro para absorber su energía y aumentar su poder.
Si se hubiera fijado. Si no hubiera distraído sus pensamientos con la obsesión de captar a la muchacha habría notado una presencia alada que posada sobre una rama estaba justo encima de la piedra en la que palpitaba esa luz.

16 jul 2007

En aquellos tiempos...


Recorrieron largas sendas que no llevaban a ninguna parte. Las dos muchachas entristecidas caminaban silenciosas sin mediar palabra, cogidas de la mano.
Un ave sobrevolaba en círculo esperando poder posarse sobre el hombro de una de ellas.
La más alta era una mujer de larga cabellera negra y la otra tenía rojos cabellos.
Vestían ceñidos vestidos de tafetán negro como las plumas de un cuervo.
-¿Qué te parece si paramos un rato?
-Bueno, Nora.
Nora era la mayor de las dos, la pelirroja.
-Kary, ¿estás cansada?
-Un poco.
-¡Bien! Haremos una parada, pero muy corta. No nos podemos descuidar.
Baja el ave y se posa sobre el hombro de Kary. Ésta parece recobrar energías.
-Tienes mejor aspecto. Haces mejor cara ahora que Whymk se ha posado en tu hombro.
-Tenemos que darnos prisa si queremos que la hechicera deshaga su embrujo.
Pararon en las inmediaciones de un riachuelo de aguas cantarinas. El gorgoteo de una fuente atrajo su atención y llenaron de agua un par de calabazas y un pellejo que colgaba de la cintura de una de ellas.
Sacaron de sus zurrones un trozo de queso y un mendrugo de pan para cada una.
Comieron y bebieron abidamente dando al ave parte de lo que tomaban.
-Qué fresquita es el agua de esta fuente.
-Mira, Nora, ese árbol tiene la fruta madura. Son ciruelas amarillas.
-Aunque son muy pequeñas nos irán bien.
Las dos muchachas se levantaron y aproximaron al ciruelo.
Recogieron sus frutos más maduros y los colocaron en un pañuelo grande, cada una, poniéndolo entre hombro y cintura, cruzando el pecho y dejando la carga por delante.
Más animadas emprendieron de nuevo la marcha.

Se adentraron en la espesura de ese bosque. Iban entretenidas en sus pensamientos y no advirtieron que alguien las estaba siguiendo.
Entre la maraña de zarzas y árboles se movía una diminuta figura. Era alguien que cubría su cuerpo con una túnica y tapaba su cabeza con capucha. Llevaba un tejido que parecía participar de los colores que le rodeaban. De hecho seguía el mimetismo de las hojas y ramas que iba encontrando a su paso. Esa trama se iba modificando según estuviera en sombra o zona iluminada.
-No irán muy lejos.
Era un eco femenino el que así pensaba.
-Se dirigen a la gran cascada.
-Saben bien dónde pueden encontrarla.
-Tengo que distraerlas antes de que caiga la noche.
-Con la Luna tendré el poder y ya no tendrán escapatoria.

-¡Nora!
-¿Qué tienes?
-¡Noraaa...!
Asustada, Kary, quedó paralizada.
-¿No te das cuenta?
-¿De qué tengo que darme cuenta?
-Siento que algo me atraviesa, algo helado que me abrasa.
-¿Tú no notas nada?
-No, no tengo esa sensación.
-Descansaremos un rato para que te calmes.
Las dos muchachas buscaron un claro del bosque y se aposentaron. En las proximidades corrían las aguas cristalinas del río que venía de la cascada a la que se dirigían.
-Kary, no podemos entretenernos mucho rato. Se está cerrando el día y será muy difícil seguir la senda.
-Piensa que nos advirtieron de los peligros de la noche.
-Que tenemos que conseguir llegar antes de que anochezca porque la furia se crece en la noche y si da con nuestro paradero no habrá magia que nos libere de sus poderes.
Kary reaccionó a las palabras de su hermana.
-Vamos, no perdamos tiempo.
-Soy una blanda.
-Kary, no lo eres.
-Eres tú la que tiene la magia de su lado y eso te hace más sensible y vulnerable.
-Tengo que cuidar de ti.
-Madre dijo que mi papel era ser tus músculos y tu resistencia.
-Cuando lo dijo no entendí nada, pero ahora empiezo a encontrar sentido a sus palabras.
Nora queda pensativa y su cara refleja un gesto duro de dolor.
Pasan por su mente, en tropel, imágenes espeluznantes.
Aquellos seres maléficos que salían de la nada y que buscaban mientras destruían todo lo que con sus ojos atravesaban.
No recordaría formas, porque no los veía, recordaba sensaciones que le helaban la sangre.
-Coge a tu hermana y marcha.
-No esperes más.
-Y sobre todo no mires oigas lo que oigas
Le había dicho su madre.

Había cogido a su hermana que dormía sobre la paja envolviéndola en su capa.
Fue terrible oír aquellos chasquidos y alaridos.
Recordaba el olor de los cuerpos putrefactos, el de la sangre, el de los huesos calcinados.
Alaridos que atravesaban su garganta entrando hasta sus entrañas.
Fue casi imposible seguir sin volver al lado de la madre.
Fue la mayor de las pruebas.
Controlar ese impulso le desgarró músculos que tiraban de ella.
Cuando llegó al bosque su cuerpo había seguido el curso de dos vidas. Ya no era la misma. Su vida no era suya. Su hermana era su vida.

15 jul 2007

En aquellos tiempos...


Se adentraron en la espesura de ese bosque. Iban entretenidas en sus pensamientos y no advirtieron que alguien las estaba siguiendo.
Entre la maraña de zarzas y árboles se movía una diminuta figura. Era alguien que cubría su cuerpo con una túnica y tapaba su cabeza con capucha. Llevaba un tejido que parecía participar de los colores que le rodeaban. De hecho seguía el mimetismo de las hojas y ramas que iba encontrando a su paso. Esa trama se iba modificando según estuviera en sombra o zona iluminada.
-No irán muy lejos.
Era un eco femenino el que así pensaba.
-Se dirigen a la gran cascada.
-Saben bien dónde pueden encontrarla.
-Tengo que distraerlas antes de que caiga la noche.
-Con la Luna tendré el poder y ya no tendrán escapatoria.

11 jul 2007

En aquellos tiempos...

Recorrieron largas sendas que no llevaban a ninguna parte. Las dos muchachas entristecidas caminaban silenciosas sin mediar palabra, cogidas de la mano.
Un ave sobrevolaba en círculo esperando poder posarse sobre el hombro de una de ellas.
La más alta era una mujer de larga cabellera negra y la otra tenía rojos cabellos.
Vestían ceñidos vestidos de tafetán negro como las plumas de un cuervo.
-¿Qué te parece si paramos un rato?
-Bueno, Nora.
Nora era la mayor de las dos, la pelirroja.
-Kary, ¿estás cansada?
-Un poco.
-¡Bien! Haremos una parada, pero muy corta. No nos podemos descuidar.
Baja el ave y se posa sobre el hombro de Kary. Ésta parece recobrar energías.
-Tienes mejor aspecto. Haces mejor cara ahora que Whymk se ha posado en tu hombro.
-Tenemos que darnos prisa si queremos que la hechicera deshaga su embrujo.
Pararon en las inmediaciones de un riachuelo de aguas cantarinas. El gorgoteo de una fuente atrajo su atención y llenaron de agua un par de calabazas y un pellejo que colgaba de la cintura de una de ellas.
Sacaron de sus zurrones un trozo de queso y un mendrugo de pan para cada una.
Comieron y bebieron abidamente dando al ave parte de lo que tomaban.
-Qué fresquita es el agua de esta fuente.
-Mira, Nora, ese árbol tiene la fruta madura. Son ciruelas amarillas.
-Aunque son muy pequeñas nos irán bien.
Las dos muchachas se levantaron y aproximaron al ciruelo.
Recogieron sus frutos más maduros y los colocaron en un pañuelo grande, cada una, poniéndolo entre hombro y cintura, cruzando el pecho y dejando la carga por delante.
Más animadas emprendieron de nuevo la marcha.

8 jul 2007

En aquellos tiempos...

Anduvo perdida entre la maleza, resignada pensaba que nunca más entraría por su vida nueva luz. La tristeza que albergaba creaba un círculo de furia que a todos espantaba.
Era la fuerza que todavía no controlaba.
Entre el barro y las piedras del camino sus pies descalzos sentían el alivio que deviene cuando el dolor del alma es tan grande que se hace necesario machacar el cuerpo para que éste reclame y en su cuidado el alma se refugie.
Recordaba de forma discontinua e incoherente.
Se veía al calor de la lumbre rodeada de una anciana y dos ancianos. No reconocía el vínculo que a ellos le unía, pero sentía un sentimiento que extrañaba. Algo dulce que de ellos recibía. Se veía niña. Con unas trenzas largas. Su pelo negro que azuleaba. Se veía en el reflejo de un espejo mientras una figura femenina la peinaba. Sentía el dolor de los estirones que le daba mientras desenredaba su pelo con un peine de concha de tortuga, de carey recordaba que se nombraba.
Reconocía en esa figura la madre desde los sentimientos que le salían del corazón.
Estaba tan lejano en el tiempo. Ahora se extrañaba de si misma.
Aquel muchacho que la siguió aquel día y que gracias a su presencia evitó el desvarío.
Empezaba a hilvanar los recuerdos. Las ideas se agolpaban, pero empezaban a tener sentido.
De pronto una sombra se cruzo por sus ojos, la consciencia del dolor era insoportable. Desvelar tiene el inconveniente de que no es un acto selectivo y se destapa lo bueno y lo malo. Apretó los dientes con tal fuerza sobre el labio inferior que un hilillo de sangre resbaló por la comisura de sus labios. Soltó un fuerte alarido y calló sobre el lecho de piedras y barro. Allí quedó inconsciente iluminada por una luna grande y brillante.
Alguien seguía sus pasos a distancia. Se acercó y la recogió en sus brazos llevándosela en volandas hasta el pie de un frondoso árbol, un roble de tronco ancho y robusto.
Separó los cabellos de su cara e hizo un recogido con un cordón dorado que sacó de su cintura, dónde lo llevaba anudado. Limpió los restos de la sangre mojando con su saliva un trozo de tela que rasgo de su camisa.
Marchó sin hacer ruido y quedó a distancia para poder observarla desde lejos sin que ella pudiera apercibirse de su presencia.
Transcurrió la noche. La escena era digna de un retablo. Ella bajo el árbol con una expresión angelical y él tras unos arbustos pendiente de todo lo que pudiera pasar.

Confieso que…

  Sé Que no eres mía Que no soy tuya Me valgo y basto Quiero Estar contigo Ser contigo Iluminas Sin ti  La tormenta se avecina