11 jul 2007

En aquellos tiempos...

Recorrieron largas sendas que no llevaban a ninguna parte. Las dos muchachas entristecidas caminaban silenciosas sin mediar palabra, cogidas de la mano.
Un ave sobrevolaba en círculo esperando poder posarse sobre el hombro de una de ellas.
La más alta era una mujer de larga cabellera negra y la otra tenía rojos cabellos.
Vestían ceñidos vestidos de tafetán negro como las plumas de un cuervo.
-¿Qué te parece si paramos un rato?
-Bueno, Nora.
Nora era la mayor de las dos, la pelirroja.
-Kary, ¿estás cansada?
-Un poco.
-¡Bien! Haremos una parada, pero muy corta. No nos podemos descuidar.
Baja el ave y se posa sobre el hombro de Kary. Ésta parece recobrar energías.
-Tienes mejor aspecto. Haces mejor cara ahora que Whymk se ha posado en tu hombro.
-Tenemos que darnos prisa si queremos que la hechicera deshaga su embrujo.
Pararon en las inmediaciones de un riachuelo de aguas cantarinas. El gorgoteo de una fuente atrajo su atención y llenaron de agua un par de calabazas y un pellejo que colgaba de la cintura de una de ellas.
Sacaron de sus zurrones un trozo de queso y un mendrugo de pan para cada una.
Comieron y bebieron abidamente dando al ave parte de lo que tomaban.
-Qué fresquita es el agua de esta fuente.
-Mira, Nora, ese árbol tiene la fruta madura. Son ciruelas amarillas.
-Aunque son muy pequeñas nos irán bien.
Las dos muchachas se levantaron y aproximaron al ciruelo.
Recogieron sus frutos más maduros y los colocaron en un pañuelo grande, cada una, poniéndolo entre hombro y cintura, cruzando el pecho y dejando la carga por delante.
Más animadas emprendieron de nuevo la marcha.

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Confieso que…

  Sé Que no eres mía Que no soy tuya Me valgo y basto Quiero Estar contigo Ser contigo Iluminas Sin ti  La tormenta se avecina