Diríase que la fuente se seca.
Así es como apunta el gesto en este momento.
Cansina y sin ganas a penas de soltar prenda.
Recorre la senda para no descuidar que en ella está su alma dispuesta.
Es posible que aquello que amenizaba los ratos perdidos, ahora pierda sentido.
O quizá es temporal, y mañana renacerá con gana dispuesta a engarzar esas letras que la animaban.
Hubo un momento del día en que se sintió perdida.
Adjudicó el atributo de haber sido abducida por un vacío que la retenía.
Es cierto que los pasos no perdieron rumbo, pero si sentido.
Un hueco se hizo lecho en su silencio despintando y oscureciendo.
Un guión prefijado la puso rumbo a lo cotidiano.
Sin embargo, era no otra.
No era ella, ni otra.
No se reconocía.
Participaba de las pautas prefijadas y no desentonaba, pero sabía que había entrado en el cuerpo extraño de si misma.
No se reconocí, aún cuando se sabía.
Recordaba que ese estado extraño de sí misma no era nuevo.
Lo había asido en otras ocasiones.
¿Es posible que en la noche que antecedía su viaje hubiera traspasado el umbral?
Nunca se sabe.
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