19 oct 2010

Así las cosas, quedas parada.




Te asaltan dudas e inseguridades.
Pierdes el impulso que te llevó a ese puerto.

Escribir tiene dos tiempos.
En el primero vuelas y disfrutas.

¿Tiene sentido dar paso al segundo, si no es gozoso?

Piensas que vale poco para tanto esfuerzo.

Si desde el sitio asignado en que te asientas tienes esa duda,
¿cómo podrás convencer a quien te lee?

Es la fractura la que aniquila.

Si no superas ese escollo, difícilmente iluminarás tus letras.

Es cierto que pasó de largo el momento en que las concebiste, y ahora quisieras otros vuelos.
El movimiento no permite que se asiente y sedimente.
No hay tiempo.
Pasa de largo.

Quieres librarte de ese trabajo.

Lo dejas de lado.

No por desidia.
Ahora estás en otro tramo.

El camino quedó atrás y la maleza hace imposible reanudarlo.

De vuelta todo es distinto.

Si lo haces, pierdes la promesa de lo por venir.

No estás conforme.

El límite lo pones.
Lo encuentras.
Se siente.
Frena.
Detiene.

Hay una espera de imprevisible salida.

La falta de sentido corroe.

Hubieras vivido.
Hubieras sabido.
Hubieras tenido.

Pasado es cadáver.
Con él te hundes.
Sin él no existes.

Necesitas decirte.

Es para ti.
No para otras gentes.

Aún así, lo pones en frente, a la vista del mundo que un día te tendrá ausente.

Una mirada.
Una palabra.
Un gesto que anime tu alma.

Has caído en descuido.
Has perdido.
Has concluido.

Así las cosas, quedas parada.


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Confieso que…

  Sé Que no eres mía Que no soy tuya Me valgo y basto Quiero Estar contigo Ser contigo Iluminas Sin ti  La tormenta se avecina