-¿Has visto?
-¿Qué?
Responde de forma autómata él mientras ella inquieta reclama su atención.
-¿No ves?
-¿Qué?
Sigue dándole largas amurallado tras el diario alejado de todo lo que le implica.
Ella le mira con gesto mohín.
-¡Ven aquí!
El niño la mira y sigue en la suya.
Inquieta y a punto de estallar agarra del brazo al hombre que sentado a su lado parece no entender de qué va.
-¿Te das cuenta?
-¡No me hace ni caso!
Él, al fin, contrariado, pliega el periódico con parsimonia y mirándola a los ojos se levanta con un gesto despectivo que a ella aplasta.
-¡Pedro, ven!
El niño de inmediato responde a la llamada.
Ella cada vez más diminuta se siente pura basura.
-¡Papá!
Dice el niño con una mirada tierna abrazándose a sus rodillas.
Él lo coge y lo pone sobre sus hombros.
Ella más empequeñecida se difumina.
Se pierde en medio de las sombras de los árboles de ese parque que se transforma en el más tétrico de los espacios.
Cierra los ojos para no verse.
Se pierde.
Nadie.
Es nadie.
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