Siempre hay un antes y un después,
pero eso no arregla nada.
El cuerpo toma las riendas,
cortando toda retirada.
Se enquista el alma y desangra,
demorando la calma
que ella misma reclama.
Se rompen los arcos
y se tira en quebrantos.
Mañana, no es plausible salirse del tacto áspero del descuento.
Rompes cadenas que se enredan en tus piernas.
Vas viendo que pierdes, aunque pongas remedios.
Estamos expuestos a todo,
pero lo vemos como si fuera otro cuento
del que componemos un argumento.
Es nuestro.
Nos implica hasta los huesos.
Rompe nuestras seguridades
y de ello nos dolemos tanto
que hasta nos rompemos.
El tiempo no pacta.
Nos rompe en mitades,
achicando los intentos.
Hubo otro tiempo,
o quizás lo creemos,
pero en él nos sabemos.
Tuvimos ese otro momento,
en que las cosas estaban estables.
Eso hemos hecho de ese pasado que queremos traer a este calvario del que no podemos evadir nuestro cuerpo.
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El tiempo pasa, no hay futuro y el pasdo no ya se fue, lo único que tenemos es el presente, la preciosidad del instante. Un poema tan delicado como las flores del cerezo.
ResponderEliminarSaludos desde NOSOTRAS y La ventana de los sueños, blog literario.