Tienes que escupirle al viento tus palabras,
y arrancarle al aire los silencios del alma anidada.
Debes tomar en serio ese intento.
Si insistes, podrá ser cierto y no caer en saco roto,
como muchos de los sueños que dejaste ayer por otros.
Decide el giro de las cosas,
aunque ellas se opongan.
Hacerlo te dará consistencia,
y fortalecerá tus ideas.
Respira.
Date tiempo.
No corras.
A paso lento se llega antes.
Eso parece contradictorio, pero es así.
Si te precipitas, te pierdes.
Debes andar al compás de ti misma.
No te puedes ir dejando atrás.
Te formulas frases como si separaras la mente de tu mirada.
Te respondes en ellas.
Formulas preguntas desusadas.
Haces huecos en los que enroscas tu gatuno ser.
Miras por tus ojos, enmarañados en hilos grises que caen ante ti,
y quisieras separarlos en balde.
Nada se recoge igual que desde tu mirada.
Las voces letradas o las pinceladas no llegan a ser lo que por ella ves.
Ayer miraste la calle tras de esa visera.
Pensaste que no sería posible reproducir los matices y formas que tus ojos te ofrecían.
Últimamente te buscas en retratos desenfocados.
Es posible que en ellos encuentres ese error del ojo izquierdo torturado.
Una incipiente catarata muestra borroso y doble, el destello de la luz y las letras que persistes en leer.
Le das el mando al otro.
Te parece que ves bien, pero si tapas el derecho, compruebas que te quedas en la penumbra de ese libro que pretendes seguir.
La luz, parece no ser suficiente.
Cuando te dilatan los ojos, esa misma luz es inmensa. Radiante.
Si te calzas esas gafas que hace tiempo eran de cerca, observas que con ellas mejora el izquierdo y el derecho no ve correcto, ante este documento y la distancia a que quedas.
Piensas que podrías ir a que te calibraran unas gafas para esta pantalla, teniendo en cuenta ese hecho.
Uno de los cristales sirve en una distancia, y el otro en otra. Cuatro palmos un ojo y dos el otro.
Las progresivas cumplen en otro orden.
Ya hubo una intervención que selló y evito un derrumbe.
Desde entonces, platicas contigo diciéndote que es cierto que tuvo un precio.
¿Será esta afición lectora que tironea de ti?
Tras las gafas, la mirada se apaga.
Esos ojos que llamaban la atención en tu más tierna infancia.
Lo ves todo a medias.
Te adaptas y mueves como si nada pasara.
Seguro que será peor mañana.