Elena sale de casa todas las mañanas a la misma hora.
Se levanta temprano, todos los días del año.
Duerme la noche rota, pero no se resiente.
Se ha acostumbrado a ese quebranto y toma el nuevo día con ganas.
Hoy no hace lo que suele.
Se ha quedado sentada en el sillón, desconcertada.
No sabe que hace en esa casa.
Cuando Lucía se levanta, no se percata de su presencia y marcha, pero al abrir la puerta se extraña. Normalmente Elena deja la puerta cerrada de un solo golpe, sin dar vuelta a la llave, pero eso no le hace volver atrás.
Por la tarde, cuando regresa del trabajo encuentra a su hermana tirada en el suelo, al lado de la puerta.
Al abrirla, algo le impide entrar. Empuja y consigue acceder por el pequeño resquicio que se lo permite.
Al día siguiente, cuando lo pueden hablar, Elena no recuerda nada. Piensa que su hermana la está enredando.
Es tal su indignación que acaba gritando y enfadada se encierra en su habitación.
Ha empezado el retorno.
Ellas no saben a qué van a enfrentarse, pero la memoria deconstruída romperá goznes y medidas.
24 may 2009
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