23 may 2009

Lourdes

Lourdes ha saturado el vaso.
Jorge se marcha de casa. Quiere independizarse.
Marcha a Zaragoza a compartir un piso con otros chicos.
No se conocen, pero parecen buena gente.
Llevaba meses diciendo que cogería el petate y se tiraría al monte.
Ella había conseguido dejar de pensarlo.
Ese hijo que arrastró su miseria en esa ciudad pecata, ahora quiere volar.
Se recuerda en sueños de libertad.
Hubo que tragar.
No el vientre abultado, que eso lo tenía claro.
La mirada insidiosa y los cuchicheos al verla pasar.
Había buscado al hombre. Es un decir, porque era muy joven.
No se supo negar.
Quería ese encuentro, pero no esperaba que él la tasara por el rasero de una cualquiera.
Cuando le fue con que estaba preñada, él salió como un cobarde, con aquello de vete a saber de quien era.
Ahora lo piensa y una sonrisa le pone en la mente lo equivocado que estaba.
No estuvo enamorada.
No sabe que es eso.
Se dejó llevar.
Su vida de estudiante se quedó truncada, pero llevo a delante la familia monoparental, trabajando de cajera en un supermercado.
En ese tiempo la ciudad de provincias creció y ella consiguió trabajo.
En casa, todos lo aceptaron.
No pararon en el que dirán.
Le dijo su hermano mayor si quería una reclamación.
Ella dijo que no.
Que hombres cobardes como el padre de lo que llevaba no merecían ni que ella los mirara.
Han pasado los años. Ese hombre es historia pasada.
Su hijo toma vuelo y su nido quedará vacío.
Se duele por dentro.
Las entrañas le queman.
Ese hijo es del alma.
¿Qué será de él sin sus cuidados?
Ya sabe que debe dejarlo alzar el vuelo, pero no puede con ello.
Una lágrima resbala y de un manotazo la espanta.


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Confieso que…

  Sé Que no eres mía Que no soy tuya Me valgo y basto Quiero Estar contigo Ser contigo Iluminas Sin ti  La tormenta se avecina