17 dic 2008

Vivirás el adiós antes de tiempo. El alma herida.

Interpretar los signos para actuar sin presionar sobre la puerta del destino.
Atizar el fuego que en rescoldos anuncia que algo queda y se puede dar.
Esperar esa palabra que no llega, con la duda de una certeza imprecisa.
Equivocarse sin poder evitarlo, dando un paso hacía atrás cuando debería serlo a delante.
Así caminamos, sin poder remediar el mal ni prever el paso que se debería dar.
Contundente golpea la conciencia y anida en la frente de la duda sempiterna.
Estarás a mi lado de verdad, o acaso disimularás para evitarme el golpe que certero me ha llegado.
Acaso me he equivocado, o te das la oportunidad de callar y acallar el rastro que deja tu silencio, en el suelo empedrado de la húmeda y oscura galería del olvido del amigo que otro tiempo estuvo contigo.
Miraremos tiempos en que nuestras palabras hacían sonar el arpa.
Estaremos en disimulo construyendo un edificio sin cimientos.
Perderemos ese tiempo, precioso, por no ser capaces de decirnos la verdad.
Saldremos descalabrados y añorados de pasados.
Enredaremos en excusas vanas lo que sabemos que mañana quedará arrinconado en el olvido.
No nos volveremos a mirar.
Se nos hace necesario olvidar.
Dejar definitivamente en el saco roto del olvido los deseos placenteros que anidaron y ahora en vacío han caído para nunca más.
Así es la carga de la conciencia.
Nada es para siempre.
Todo fenece y muere.
Se termina la cuerda del ovillo que rodando fue por ese laberinto del encuentro fortuito.
Y recordaremos ese momento en que nos fue dada la vida con su brillo.
Eso hará más doloroso continuar entre las sombras de no más.
No busques otra oportunidad.
Venció el plazo de ese encuentro.
Abre tus alas al viento.
Otro aire te hará alzar el vuelo.
Y un buen día recordarás que sufriste el fracaso de tener que olvidar.
Lo harás sin sentir el trago amargo que ahora te toca seguir.
Estarás en esa encrucijada de la vida, mirando hacía atrás.
Diciéndote que estuviste allí.
Es posible que en ese momento nada de lo que arguyas sea cierto.
Los recuerdos se acomodan para librarnos de todo mal.
Al final no diferencias si fue o es, o si será.
Un relato que de un guión marcado está pertrechado.
Volverás sobre los adoquines de la ciudad húmeda, en la noche oscura.
Sentirás los pasos que del eco creerás te están siguiendo.
Temerás tu sombra.
Estarás perdido porque no te fiarás ni de ti mismo.
Entonces te recluirás entre las cálidas frías paredes de tu casa desolada.
El techo se hundirá y aplastará tu alma.
Morirás.
Sabrás que viviste en esa calle y pisaste los suelos que recorren pasos infantiles que ríen.
Vivirás el adiós antes de tiempo.
Correrás el riesgo de rasgar tus vestiduras y huirás.
Saldrás corriendo hasta alcanzar el precipicio por el que irás cayendo.
Ese día la cordura tironeará con fuerza agarrándote con sus garras y evitando que te caigas.
La sonrisa imprecisa de algún niño que observe tu gesto en desvarío hará que sientas que en otro tiempo fuiste ese niño.
Te tomará de la mano y sentirás el calor que de sus venas a las tuyas traspasará.
El alma herida encontrará cobijo.
Volverás al banco solitario sintiendo la compañía del niño que en tu infancia se soñó ángel.
Ese día, plácidamente recorrerás el camino de retorno.
Pasarán por tu lado creyendo que ese cuerpo anciano está dormido.
Sólo un niño, alargará su mano a tu mejilla y dirá que estás frío.
Le apartarán temerosos de tu muerte.
Como si al hacerlo pudiesen evitar su futuro recorrido a tu final.

Anna SB, 29 de noviembre de 2008

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