Inmune

Me he vuelto inmune a aquello que en otro tiempo me quebraba y dejaba enraizada en el aire del deseo.
Ahora escucho o veo, y no siento.
¿He muerto?
Queda poco del sudario que hice con tu ausencia.
Me recuerdo entre neblinas y no atino a lo que hice para despojarme del dolor que tan hondo me llegó.
Fue posible que un buen día amaneciera sin tu nombre.
Tristemente miro al camino que anduve alborozada por los encuentros furtivos en sábanas mojadas.

Miro enrere

Hi ha vegades que la foscor esmicola la meva ànima.
Estic desperta en el temps que hauria de ser dormint al meu bressol dels somnis.
Penso a mi mateixa i em sento fora.
Crec que pot ser hauria de recorre el pas enrere que fa poc s’ha ficat al meu cap.
Torno a mirar aquells dies que enyoro.
El desig va ser fruit del temps perdut per sempre.
Vaig créixer com un arbre amb branques tortes i enredades.
Moria i renaixia.
Havia de tornar a inventar-me.
Estava esgotada.
Volia tancar la closca i quedar-me en un raconet veient el paisatge al llarg del temps que em mancava fins que tot acabes. Però encara havia de tenir patiments que m’oferirien vols i viatges.
No ho podia viure. M’ho havia d’amagar. Ningú podia esbrinar els brots que naixien dins meu.
No ho tinc present, però he fet un llarg viatge de retrets i mancances.
Encara no s’acaba el meu viatge.
Tinc por.
La propera vegada m’agafarà amb més recança.
Tot no va ser dolent.
Vaig viure la renaixença que m’omplia el pit.
Hi eren vigílies d’un temps fosc i fred que em venia al darrera.

Sobre ti y sobre mí

Sobre ti y sobre mí,
el tiempo interpone querellas.

Abramos el horizonte
dejándolas atrás y
sigamos.

El pasado se interpone
como piedra rodada que
ha limado sus aristas.

¿Cómo pudo dar tanto mal,
lo que hoy ni la memoria encuentra
en el fondo de su estar,
aunque te sepas en
ese tiempo y lugar?

Cada cual por su lado

Escribo tu nombre deseo.
Lo hago a tientas y en silencio,
sin patinas ni tiempos de años.

En él me mezo.

Recuerdos de lo que fuimos,
se los ha ido llevando el viento
que ventiló nuestras conciencias
y aireo nuestras huellas en ese camino
que desdibuja la memoria.

Hubo unos cuerpos que entrelazados
remontaron a esa estrella fugaz que nunca más pasará.

Tú y yo.
Yo y tú.

Parece que no, pero eso fue un instante de eternidad.

Seguimos a pie.
Cada cual por su lado.

No queda ni rastro.

¿Volverá quizá?

Es posible que en un recodo de ese tiempo que está por trazar.

Bucles del tiempo me traen y llevan
a no se sabe qué lugar.

El olvido pasó su mano sobre mi frente,
pero sé que estuvimos y vivimos.

Tú en mí, y yo en ti.

Tuvimos esa oportunidad.

Fuimos testigos de nuestros sueños.

Ha habido tantos caminos por los que transitar,
que nada de lo que hubo parece haber dejado rastro ni huella.

Cruzo el umbral

Inopinadamente cruzo el umbral
y atiendo la súplica a mi soledad
que busca encontrarse conmigo.

Emprendo el camino de vuelta,
y recojo en mis brazos
la rienda que tira de mí.

Aflojo aminorando mi paso.
y espero que el tiempo permita
que haga realidad mi juego.

Sostengo en la mano el propósito certero,
afinando con él el tino que quisiera asestar
golpe certero al nodo de lo oculto del ser.

En ello estoy, aún a sabiendas de
que pierdo la baza a cada paso que doy.
Aspiro el aire que respiro y sigo.

No hay que claudicar a costa de esa
soledad precisa y necesaria para salir
de la noedad en que el mundo nos quiere ubicar.

De mí estarás ausente

Cercenas y abres al paso de lo que ante ti se pone.
Respondes con gesto lento y difuso.
Esgrimes la mirada al viento y le plantas cara.
Haces del aire que respiras soporte para tu vuelo.
Entre tú y el otro no hay distancia.
La materia es de diferente tono y manera, pero es una.
Lo que ahora es presente no es lo que para mí fue.
Tú pasas por las huellas que un día escribí.
Cuando entres en contacto con ellas será tu presente.
De mí estarás ausente.
No tendré nada que ver con lo que un buen día escribí.
Es posible, incluso, que no reconozca ni sepa de ellas.
La vida tiene su fin, pero en la antesala perderé la esencia de quien fui.
No pienses en mí. No vale la pena.
Como cualquiera, intento vivir.
Quiero estar en ese estado de consciencia y conciencia que me permite sentir.
Tendrás tus quejas, y es posible que encuentres reflejos en las que yo escribí.
Nada de lo que en mi late consigue transparentarse.
Es inmensidad en la nada lo que no puedo abarcar.
Pienso en miríadas de tiempo.
De ello no puedo dar testimonio.
Solo un ligero sollozo, y una sonrisa en ristre, podrás sacar de los reflejos que desgrané en el tiempo que dispuse para ello.

Me abrí un nuevo blog

Llevo en él un tiempo.
Hice esa mudanza porque quise tomar aires nuevos.
Aquí hay mucho de lo que fui gestando en otro tiempo.
Nueva ruta se abre a cada instante.

PALABRAS AL AIRE de Anna SB (Labrysmoom)

Confluirá mi presencia en ti

Mi palabra sin ti no vale nada.

Es aire, abocada a quedar en el fondo del pozo.
En su oscuridad.
Palpita y cual tintileante estrella busca un lugar.

Recoge mi plegaria y atiende mi súplica.

La quiero tomar en ese ritual de soledad.
El que dispone los astros en orden.
Y la pone al alcance del alma que vaga.

Si tú no estás al otro lado, ella pierde sentido.

En ese intercambio alimenta su realidad.
Estás y atiendes a su presencia.
Escuchas su palpitar.

Con ella quiero llegar a tocar la fibra que nos permitirá entrar en contacto.

Estarás en ese tiempo venidero en que mi ausencia no contará.
Vendrás por el camino incierto que te llevará a la vereda de mis textos.
Quisiera que vieras en ellos reflejos de mis intentos.

No temas, no estoy en ellos.

Fui un ser que intento formar parte de su tiempo.
Pasé con ganas y con temores.
Estuve ausente en muchos presentes.

Intenté vivir.

Quise ser un viviente al que la vida puso aquí.
Ahora te toca a ti.
Cuando me leas, confluirá mi presencia en ti.

Rompiendo hielo

Rompiendo hielo

Al viento, al aire, al agua…

A todos los elementos.

Quisiera despertar en ellos.

Partir al viaje del alma sumergida en sentimientos.
Estirar y tensar el arco de la palabra certera.
Rondar la luna que elude la noche oscura.
Sembrar el pensamiento de esa luz que inunda mi suelo.
Asperjar y engarzar el aliento perecedero mientras quede tiempo.
Respirar en la palabra y dormir en el silencio.
Saberme cuerda aunque el delirio me tironee y haga presa de su tino.
Hacerlo para tomar las cosas en sí y estar en lo que toca.
Esperar de mí lo que nunca pediré al otro.
Estar y tomar rumbo incierto.

Mejor espero a mañana por venir

Esta sensación caída que desbarata.
Este incierto sentido de nada.
Este estado de cosas que me acompaña.

Me siento como una muñeca de trapo,
con los brazos y las piernas descolocados.
Sin columna que enderece mi piel.
Hueco y con serrín el tórax.

Aún así, tomo el mando y me lanzo a escribir.

Quiero dejar constancia de lo que me pasa, pero no encuentro palabras ni descanso que lo repare.
Me siento desmadejada.
Descompresada.
Deshecha.
Cansada.

No es un cansancio debido a talante o trabajo.
Es parte de ese proceso que me arde dentro.
Es que estos días no son buenos en eso.

Ha habido otro sentir, antes.
Un vacío y sinsentido que me daba la alerta y advertía de que no cayera en tristeza por lo que en mi sentía.

Una sensación de extrañeza de mí.
Dejándome en un sentirme fuera.
Adhiriéndome a las horas para que el ciclo del día marcara cada uno de mis movimientos.

¿Cómo llenar esos momentos?
¿Cómo romper la monotonía del yo?

No hay recursos externos.
Toca hacerle frente y seguir.

Angustia vital.
Así le dábamos nombre.

De ella ni el arte me libra.
Sólo el casual sentir que apacigua.

Es tristeza mi latir.
Es química del cuerpo que me acecha.
Es que mejor espero a mañana, por venir.

Mis ojos

Tienes que escupirle al viento tus palabras,
y arrancarle al aire los silencios del alma anidada.

Debes tomar en serio ese intento.

Si insistes, podrá ser cierto y no caer en saco roto,
como muchos de los sueños que dejaste ayer por otros.

Decide el giro de las cosas,
aunque ellas se opongan.

Hacerlo te dará consistencia,
y fortalecerá tus ideas.

Respira.
Date tiempo.
No corras.

A paso lento se llega antes.
Eso parece contradictorio, pero es así.
Si te precipitas, te pierdes.

Debes andar al compás de ti misma.
No te puedes ir dejando atrás.

Te formulas frases como si separaras la mente de tu mirada.
Te respondes en ellas.
Formulas preguntas desusadas.
Haces huecos en los que enroscas tu gatuno ser.

Miras por tus ojos, enmarañados en hilos grises que caen ante ti,
y quisieras separarlos en balde.

Nada se recoge igual que desde tu mirada.
Las voces letradas o las pinceladas no llegan a ser lo que por ella ves.

Ayer miraste la calle tras de esa visera.
Pensaste que no sería posible reproducir los matices y formas que tus ojos te ofrecían.

Últimamente te buscas en retratos desenfocados.
Es posible que en ellos encuentres ese error del ojo izquierdo torturado.
Una incipiente catarata muestra borroso y doble, el destello de la luz y las letras que persistes en leer.
Le das el mando al otro.
Te parece que ves bien, pero si tapas el derecho, compruebas que te quedas en la penumbra de ese libro que pretendes seguir.

La luz, parece no ser suficiente.

Cuando te dilatan los ojos, esa misma luz es inmensa. Radiante.

Si te calzas esas gafas que hace tiempo eran de cerca, observas que con ellas mejora el izquierdo y el derecho no ve correcto, ante este documento y la distancia a que quedas.

Piensas que podrías ir a que te calibraran unas gafas para esta pantalla, teniendo en cuenta ese hecho.
Uno de los cristales sirve en una distancia, y el otro en otra. Cuatro palmos un ojo y dos el otro.

Las progresivas cumplen en otro orden.

Ya hubo una intervención que selló y evito un derrumbe.
Desde entonces, platicas contigo diciéndote que es cierto que tuvo un precio.

¿Será esta afición lectora que tironea de ti?

Tras las gafas, la mirada se apaga.
Esos ojos que llamaban la atención en tu más tierna infancia.

Lo ves todo a medias.
Te adaptas y mueves como si nada pasara.
Seguro que será peor mañana.

Desierto

Pensaba que el desierto estaba lejos.
Era algo que me inculcaron, haciéndome creer que las dunas y los oasis eran territoriales.
Ahora recabo en el hecho de que en un cincuenta por ciento vengo de él.
No es una figura.
Los Monegros son la cuna de la veta materna.
Un canal bañaba las tierras de mis abuelos.
Tenían huerto, viña y otras.
Ahora la casa está que se cae.
Los que heredaron han muerto.
Los que quedan son mayores.
Hubiera dicho viejos, sin despecho, pero se corrige por el hecho que apunta mi madre, diciendo que viejos son los trastos, no las personas.
Sobreviven y a penas les queda aliento para mirar lo que no es imprescindible.
A mí no me llega la herencia.
Ni quiero.
Son criterios que me alejan.
Tampoco me intereso por lo que quedó atrás.
Sólo que vengo a apuntar ese origen seco.
Mi abuelo, cuando fue al pueblo de mi padre, dijo que la tierra era manteca, tomándola en la mano y deshaciéndola con los dedos.
No es extraño.
Allí el río baña y riega.
También hemos perdido las huellas que de esa otra cuna me llegan.
Todo queda atrás.
Las personas pasaron y dejaron en mi sangre su siembra.
Yo no tengo descendencia.
Aún así, otros quedan.
Eran muchos y en mi generación, y las próximas, hemos ido mermando y ajustando.

Me ha traído a remover el hecho de pensar en la idea de esos espacios especiales.
También he jugado con la idea de lo desértico como inmensidad.
Caminos de arena.
Dunas que se desplazan.

Curiosamente elijo su presencia en algunas de mis letras.
Aparece en las de fantasía o la supuesta mirada a un futuro que nos espera.

Pero ahora quería mirar dentro de mí.
Esa es la razón de mi escribir.
Desiertas, las ideas mecen.
Me veo entre el cielo y la tierra.
Como si estuviera atravesando ese plano de mi existencia en un horizonte color siena.

Atenta

Si tuvieras alas, volarías.
Si tuvieras aletas, nadarías.

Tienes capacidad suficiente para hacer lo que te propongas.

Camina, que eso es algo que te permitirá ver el paisaje que se pone ante ti.
Hazlo para pasar al otro lado.

Las montañas fueron el norte cuando mirabas desde los rincones de tu infancia.

Vuelves a recordarlas y en esa mirada las ves más altas.

No sabías que al otro lado crecían.
Detrás de una sierra venía otra.
Cuando alcanzabas la cima, estabas en el llano.
Desde lejos las dibujabas con la nieve en la cumbre.
La nieve bajaba a tus pies en esos inviernos en que pisarla era un juego.

Esa infancia es tuya.
En ella seguías el paso de la luna.

Las estrellas eran objetos que no te inquietaban.
Lo hicieron después.

Ahora miras la calle gris.
Las luces que quieren perfilarla y las ramas sin hojas.

No es en este momento preciso.
Lo hiciste poco antes de decidirte a bajar las persianas.
En una pausa de lectura tranquila y pausada.

Tienes un libro que no precipita tu alma.
Quieres tomar las cosas con calma.
Degustarlas.

Esta mañana, has descubierto la magia del vapor que salía de la cafetera y has puesto tus dedos juguetones en contacto con él.

¿Cómo es posible que ese acto repetido, en cada uno de tus primeros momentos del día, haya sido hoy revelación de esa semejanza a humo que tomaba el camino a la disipación?

Has tenido a mano la magia del instante.
Lo has sabido y has tomado la experiencia como gema.

Los sentidos despiertan cuando el dolor acecha.

En la noche el dolor ha sido cruel.
La migraña.
Aún sientes su presencia.
El cuerpo débil espera que vuelva su ausencia.

Es un ritmo que conoces y no esperas.
Te sorprende, aparece y lacera.

Esta vez ha sido, es, de las más crueles y duras.

Al tiempo, la mente es dueña.

Clarividencia.
Presencia.
Te sabes cierta.

Adormecen los latidos que golpean.
Quieta.
Esperas.
Sabes que pronto recuperarás el brío.

Atenta.

Miras de lejos

Hierros son alas.

Cuerpos ardientes y silentes.

Ecos.
Palabras desgastadas.
Escamas.

Espacios que se apiadan.

Hicimos del cante arte.
Compartimos instantes.

Izas un hasta mañana sobre tu espalda.
Respondes con gestos que no engañan.

Hubo un tiempo en que pensaste podías alcanzar tu alma.
Ahora dejas que las cosas pongan su nombre sobre tu almohada.

Nunca el silencio te acompaña.

Cuando quedas sola, compones coplas.
Las palabras en ti se amontonan.

Una cuerda trenzada las engarza,
y dispones con ellas un hasta luego.

Crees que después es tal o cual cosa.
Ocurre que casi siempre aciertas, pero…

Hay momentos en que todo se desmiembra,
y quedas sin tener a que atenerte.
Sin modelos a que echar mano para seguir su ejemplo.

Disientes del sentimiento que te acongoja cuando lo miras de lejos.

Naufragio

Tengo un vivir de naufragios.
Yo ya sé que naufrago.
Me pierdo en ese vacío de inconsistencia y quedo a la deriva.
La desorientación se adueña de mí.
Me traslado de uno a otro universo no propio y eso me pierde.
Nunca recupero el cuerpo que dejé atrás.
Me asiento en el que remiendo como muñeca de trapo.
No hay voces constructivas porque todo es caos.
Sujeto con grapas de aire los supuestos pilares en que sostengo mi actividad, pero siento un hueco en la boca del estómago y este acaba llevándome a un sentimiento de absoluta inconmensurabilidad.
Intento salir dando saltos que no consiguen despegar mis pies del suelo.
Mi vida en un impás.
Me cuesta remontar de nuevo la cuesta con esa carga intangible que cada vez pesa más.
Por otro lado, me desdoblo o desmembro y construyo posibles reinventados que me dan un nuevo aire en que abocar mis sentidos.
Me sostengo en una creatividad que me puede liberar.
Construyo paisajes efímeros y escucho las voces despegadas de mi yoidad.
Sangro y sufro por lo inevitable que a cada instante golpea mi conciencia aniquilando la esperanza que mira más allá.
Siento el cauce obturado y abro brecha con las uñas, dejándome la piel en desgarros sanguinolentos.
Quiero seguir en el intento.
La vida no da otra oportunidad.
Te la juegas y nada más.
Muerte y alimento hasta el final.
No despierto.
Soy durmiente y silente.
Abro paso a estas letras para dar paños calientes a este cuerpo que se duele no sabiéndose arreglar.
Circula un proceso de retorno a infinito y eso cuesta mesurarse.
En cero se concreta la distancia.
Luces que construyen formas de aparente realidad.
Hay uno duelo que se duele de lo que nunca pasará.
Nada de lo previsible sucederá.
La expectativa lacera y amarga la existencia desasida.
Cuerpo y mente se constriñen.
Volver por el sendero que se anduvo en ida desdibuja.
Nunca percibes los latidos que dejaste atrás.
El instante se te va de las manos sin poderlo aguantar ni solidificar en ninguno de los espacios que supones almacenan la memoria de tu transitar.
Volverás a recordar.
Eso crees.
Inventarás un recuerdo para permanecer hasta ese final que inevitable y temido te lacera antes de empezar.
Y aunque sabes que cabe esperarlo, no por ello se aligera la amargura de tu olvidado transitar.
Queda ese estado de latencia emocional.
Suceden momentos que has dejado volar.
No por descuidada voluntad, sino porque estabas en estado inasible de tu idealidad.

En el mundo de los cuentos

En el mundo de los cuentos soy rey.
Animo con discordia las tramas que enredan a brujas y magos.
De mi corona no me apeo.
Soy dueño y señor. Ordeno y mando.
Siempre reino sobre lacayos, y mis deseos son órdenes.

Cuando se acaba el cuento pierdo todos los poderes.
Soy un nadie en la calle.
Vuelvo a reinar cuando un escritorzuelo piensa en hacerme partícipe de cualquiera de sus imaginarios.

Las princesas que avasallo se han hecho independientes.
Ya no mando solicitudes para hacerme con sus reinos. No cuela.
Eso se debe a que muchas de ellas son el alter ego de quien las inventa.
Mujeres que toman la pluma y deciden que soy un bellaco. Alguien trasnochado. Perdido en un caduco pasado.
Las brujas y magos han decidido que los cuentos de antes son repetitivos.
Ahora ponen en marcha grupos musicales y con decibelios a tope captan los canales virtuales, haciendo con ello falsas realidades.