22 sept 2010

Hay quien rememora el primer amor porque necesita recuperarse a sí mismo.

Hay quien rememora el primer amor porque necesita recuperarse a sí mismo.

Ella fue mi primer amor.
Me llevaba en volandas.

Yo volaba.

El mundo era un paisaje lleno de luz.

Así pues, el primero de todos es la madre.
Biológica o adoptada, no es relevante.

Yo esperaba.

Cuando llegó ella a casa, traída por la cintura por el brazo de mi padre, supe responder al mandato del corazón.

Un niño sabe. Una niña, más.

Su gesto tenía el significado venido de lo ancestral.

El Universo se había vuelto a mi favor.

Es cierto, que desde aquel día cambió el rumbo de mi vida.
De la contemplación al hermano mayor, pasé a soñar en un arcoiris bajo el sol.

No tuve amigas, cuando por mi edad hubiera sido lo normal.

Añoraba el despertar, con sus cosquillas, cuando estaba en el internado.
Imaginaba, y revivía, lo cotidiano en la casa en que ella se movía.
No vivía entre pupitres y oraciones.
Corría y galopaba en nubes de algodón, pensando en ella.

Desperté a las sensaciones de la piel entre dedos de mujer. Mujeres que me recordaban a ella.
Caricias y besos que me adentraban en el tunel laberíntico del deseo.

Ellas se quejaban.
Lamentaban mi ausencia y falta de entrega.
Yo guardaba mi tesoro, oculto incluso para mí.

Ahora lo sé.
He tenido que entablar esta conversación contigo, para revivir y sufrir el desvelo de lo que me perdí.

Ella está conmigo.
Me espera.
Sabe que debo redescubrir el camino.

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